En Latinoamérica, los procesos independentistas fomentaron la formación de nuevas identidades culturales, que incluían la vestimenta como signo de identidad nacional. El modista o diseñador adquirió un nuevo estatus de prestigio, de artista creador del que se valoraba más su ingenio e inventiva que su conocimiento del oficio, gracias especialmente a la labor de Charles Worth, el padre de la alta costura, que fue el primero en firmar sus diseños como si fuesen obras de arte.